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Pregón proclamado el día 19 de abril de 2024
Saluda del Pregonero/a:
Yo tendría unos cuatro años. Me metía en el hueco entre el sillón orejero y el rincón, sin que él pudiera alcanzarme con su brazo, que a mí me parecía larguísimo.
El transistor, grande y con la funda de cuero marrón, siempre estaba en el suelo, a su izquierda; en el lado derecho dejaba caer el bastón. Y allí, en el rincón, tras el sillón, me escondía. Nos entreteníamos entre risas: yo, su único nieto, intentando darle patadas a la radio; él queriendo agarrarme con el brazo, que se alargaba aún más con el bastón. Así lo recuerdo: corpulento, orondo y manso; con los ojos entrecerrados; de pocas palabras en aquel entonces; con gafas redondas que apenas le servían ya por una avanzada falta de visión, secundaria a la diabetes. Así lo recuerdo: sentado casi siempre en ese sillón orejero estampado en tonos marrones, junto al cierro de la galería que daba al patio, recibiendo el suave sol del invierno que anunciaba ya la cercana primavera. Así lo recuerdo: sentado en el salón soleado, bajo un lienzo de la Cruz pintado al óleo que quizás fue el orgullo de mi abuela. Así recuerdo a mi abuelo Manuel.
Aquel hombre fue uno de los que se afanó en que la Santa Cruz tuviera una capilla en su calle. No llegó a conocerla: poco antes de su bendición se fue; antes de que el sol se hiciera intenso en el mes de mayo.
Como Moisés, tampoco él llegó a pisar su particular tierra prometida.
Cincuenta años después de que personas como Enrique Guillén, mi tío Saturnino, mi abuelo o el Paterrón se empeñaran en liderar el proyecto de construir la capilla para la Cruz, la hermandad nombra su vocero al nieto de uno de estos hombres.
Que esta junta de gobierno me designe como pregonero es una elección que me honra, por su puesto, pero, sobre todo, para mí es el resultado de una decisión meditada que asumo con altísima responsabilidad: convertirme en el anunciador de las fiestas de la Santa Cruz de la calle Cabo es transmitir la alegría de la Resurrección, es animar a la celebración por las calles de La Palma, porque la Cruz que acompañamos es el signo de nuestro Señor resucitado. Cuando estés leyendo estas palabras, la Semana Santa habrá pasado; habrán quedado atrás los días de la entrada de Cristo en Jerusalén y de la Pasión y Muerte, y habrá llegado el gozo de la Resurrección, que no durará ya una sola jornada, ni será un recuerdo, una simple conmemoración: con la Pascua quedará con nosotros el júbilo de Cristo vencedor de la muerte, presente en la Eucaristía y figurado en la venerada imagen de la Cruz gloriosa.
Que Dios nos conceda vivir la alegría de la Pascua en estas fiestas de la Santa Cruz de la Calle Cabo y que la Nuestra Señora del Rosario nos proteja e interceda siempre por nosotros.